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lunes, 19 de septiembre de 2011

El ataque

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Todos corrían para intentar salir del aeropuerto. La gente se mezclaba con los zombies, que en grupos cogían a la gente y la descuartizaban. A mí me mordieron, pero la familia que había a mi lado logró escapar. Mientras me retorcía de dolor y empezaba a sufrir alucinaciones, alguien prendió una hoguera y fue acercando a los zombies y a algunas personas que había entre ellos a ella con una especie de coche de golf portaequipajes. Yo estaba entre esas personas que acabaron en la hoguera, aunque ya estaba muerto de todas formas. El fuego lamía mi piel mientras en mi mente el dolor y las alucinaciones se mezclaban.

La familia que había escapado, una pareja y su pequeña hija, corrió a refugiarse a una casa que encontraron cerrada. Tapiaron todas las ventanas y cerraron la puerta de la entrada, atrancándola con muebles, y se quedaron callados. La expresión de terror de la madre rallaba la locura, y la hija no paraba de llorar. El padre, preso del pánico, recorrió la casa buscando resquicios por donde se pudieran colar, comida y armas. Encontró una escopeta de caza con algo de munición y comida para una semana, además de una radio de radioaficionado. Se tranquilizó un poco y corrió a tranquilizar también a su mujer y a su hija.

Tras una semana en la casa, haciendo el menor ruido posible, la comida comenzó a escasear. El padre intentaba aplazar todo lo posible la salida del refugio, aunque el supermercado más cercano no estaba muy alejado. Los zombies que rondaban alrededor de la casa no eran demasiados y decidió que era el momento. Dejó a su mujer, a la que cada día veía más histérica, sentada en un rincón mirando al infinito, y a su hija, ajena a todo, haciendo un mural en la pared con pintura que habían encontrado por la casa. Era un dibujo muy bonito de globos volando por el cielo, libres. Estaba claro que la niña se encontraba encerrada en aquel lugar, pero sabía que salir era peligroso.

El padre desatrancó la puerta y salió a la calle, con la escopeta en una mano y una bolsa grande en la otra. Se llevaría todo lo que pudiera de aquel supermercado, dándose prisa e intentando no atraer a los zombies. Llegó al final de la calle, entró al local y empezó a llenar la bolsa. Oyó un ruido y se asomó al otro pasillo. Uno de esos seres se acercaba hacia donde él estaba. De repente, apareció otro hombre con un arma y le disparó a la cabeza, que reventó dejando todo lleno de sangre.

Con horror, el padre vio como los pocos zombies que había por la calle empezaron a acercarse al supermercado atraídos por el ruido. Cada vez eran más, y tenía que salir de allí, pero no por la puerta delantera. Más gente salió de detrás de las estanterías, con armas, y empezaron a disparar. Él se fue corriendo y salió por la puerta de atrás, donde se vio obligado a abrir fuego, ya que un pequeño grupo se congregaba en la puerta. Lleno de sangre, corrió hacia la casa, entró y se acercó a su familia con la cara desencajada por el terror.

Pero el hambre era ya más fuerte que el miedo. Su mujer, desesperada, cogió la bolsa y comenzó a comer sin mirar qué comía. Y él vio con horror cómo lo que su mujer estaba comiendo en ese momento estaba lleno de sangre. Sangre no humana. Demasiado tarde, ella se dio cuenta. Estaba infectada. Las pupilas se le dilataron por el miedo, abrazó a su hija y le pidió a su marido que la matara. Pero él no podía hacerlo.

La mujer se encerró en una habitación. Se la oía gritar debido a las alucinaciones. El hombre sabía que le quedaba poco tiempo de vida, pero no podía hacer más que abrazar a su hija y consolarla. Pasaba las horas moviendo el dial de la radio en busca de alguna señal de civilización. Y entonces escuchó una retransmisión que lo dejó helado.

"Parece que esta nueva mutación es más fuerte, pero sobre todo más inteligente. No lo detienen las puertas. Sabe lo que busca y lo busca con ahínco".

La retransmisión se cortó. Y oyó tras él una respiración muerta. Una niña cubierta de sangre con la cara desfigurada lo miraba desde la puerta. Había olvidado atrancarla. Se acercaba a su hija peligrosamente, hasta que la madre se interpuso entre ellas, casi totalmente transformada. La poca humanidad que le quedaba la utilizó para intentar salvar a su hija. La niña le arrancó la cabeza de un mordisco mientras la hija chillaba de auténtico terror. El padre estaba totalmente paralizado, sin capacidad de reacción. Y cuando vio cómo la niña zombie cogía a su hija y la mordía intentando devorarla, cogió la escopeta y disparó.

Pero su hija ya estaba condenada. Llorando de desesperación y entre los gritos de su hija, cogió la escopeta y le disparó. Y después se suicidó.

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