LaVita

Posted by Pekemusa at 15:54 Read our previous post

 Había llegado el circo a la ciudad. Era una ciudad un poco rara, pero una ciudad al fin y al cabo, con sus edificios, parques… y también sus suburbios, donde vivían aquéllos con menos oportunidades. Entre ellos, un niño y una niña, de 12 años, que eran primos. El niño había tenido la oportunidad de ir al colegio, pero la niña no, así que ella no sabía leer, escribir, ni tampoco matemáticas o ciencias naturales.
 Lo que ambos compartían era el rescoldo de infancia que quedaba tras todo lo sufrido en aquel suburbio que era su hogar. Por ello, la llegada del circo era para ellos motivo de alegría. Ese circo arrastraba consigo una feria donde decenas de atracciones llenaban de sonido, luces y color la atmósfera de la noche tras cada función. El niño y la niña, cada año, podían elegir una sola atracción en la que montarse, que su abuelo les pagaba con todo su cariño. Así que entre las atracciones vagaron el niño y la niña, en busca de aquélla que les ofreciera más diversión.
  - ¿Sois capaces de enfrentaros a la mayor aventura que podréis encontrar jamás? ¡Atreveos a adentraros en LaVita, la tierra donde nada es lo que parece!
 El niño y la niña se miraron ilusionados y tácitamente acordaron que ésa sería la atracción de ese año. Compraron sus billetes y el feriante les abrió la puerta. La niña fue la primera en entrar, y al entrar el niño, la puerta se cerró estruendosamente. En ese momento, sonó una voz potente:
  - Un vaso debes tomar, y ése te ha de salvar.
 La niña fue resuelta hacia la mesa del fondo de la estancia y miró los vasos que había encima de ella. El niño, mientras tanto, observaba las inscripciones que marcaban las paredes de la estancia, y en las que su prima no había reparado. “El verde la muerte esconde, el naranja no hace nada, por eso el rojo escojo”. Entonces reparó en que cada vaso tenía un color distinto, y en que su prima se llevaba a los labios muy decidida el de color verde. El niño corrió hacia ella y le quitó de un golpe el veneno de las manos.
  - ¿No ves que pone que el verde mata? - gritó el niño.
  - ¿Qué? Primo, sabes que no sé leer - contestó la niña.
 El niño cogió el vaso rojo y una puerta se abrió al fondo de la sala. La atravesaron. La niña iba muy avergonzada, porque si no hubiera sido por su primo había muerto. Pero ella no tenía la culpa de que sus padres no la dejaran ir al colegio.
 En la siguiente estancia también estalló otra voz al entrar:
  - La cola de caballo esta vez te salvará, entre un maremágnum de nombres la encontrarás.
 La estancia estaba llena de plantas. La niña no sabía a qué se refería la voz, ya que no veía ningún caballo en ningún lugar, pero observó cómo su primo se acercaba a unos helechos, le sonreía y sacaba de entre ellos una llave. Ella le miró entregada.
  - La cola de caballo es un tipo de helecho. Lo vimos el otro día en ciencias naturales – dijo el niño.
 La niña se sentía muy inútil ante los conocimientos de su primo. Ella también quería ir a la escuela y aprender esas cosas. Lo cierto era que, aunque no podía entenderla, la tierra de LaVita le estaba gustando.
 Tras abrir la puerta y salir de la estancia de las plantas, se encontraron con una luminosa fórmula que a la niña se le antojaba chino, pero que el niño resolvió enseguida.
  - Allí pone – le leyó a su prima – “¿qué número, multiplicado por sí mismo, da un número que, al sumar sus cifras, da el primero? “ Es muy sencillo: el 9, porque 9 x 9= 81 y 8 + 1= 9.
 La niña lo miró con vergüenza por su dependencia, y con envidia. El niño marcó el 9 en el panel frente a él y salieron al exterior de LaVita. La niña corrió hacia su familia y dijo:
  - Yo también quiero ir al colegio y no depender de nadie.


Semana de Acción Mundial por la Educación
11 - 17 de abril
"La educación no es un cuento: por los derechos de las niñas y mujeres"